La preocupación es máxima en las personas que están cerquita, muy
cerca, de la problemática que se está viviendo en las calles. En la presentación
de la Memoria Anual de Casa Caridad de Valencia se indicaba que cada vez son más los valencianos
que son atendidos en sus instalaciones, y que en un solo año ha crecido un 15%
el número de niños con necesidades que acuden allí.
Me da verdadera vergüenza que el Presidente de Casa Caridad
tenga que pedir a los políticos, sindicatos, empresarios y gobiernos que se
sienten a arreglar esta situación insostenible, y que no se levanten hasta que
no lo tengan encauzado. Y me avergüenzo porque yo también estoy en política y
porque al final, todos somos responsables de lo que sucede alrededor a veces no
porque hayamos hecho algo mal, sino por lo que no hacemos.
¿Para que estamos entonces? ¿Qué puede mover a alguien a
estar en política si no es trabajar para que familias enteras no se encuentren
en esta situación? ¿Estamos para cambiar las cosas o para alimentar nuestro ego?
¿Se detecta lo que sucede en la calle desde la cómoda poltrona?
Cada familia valenciana que se acerca a pedir ayuda a una
institución de este tipo es un gran fracaso político para todos nosotros, y es
un fracaso social que será difícil que los afectados puedan superar.¿De verdad no
nos importa que niños que viven en nuestra ciudad tengan que acompañar a sus
padres a este tipo de lugares? Un comedor social es un entorno que
evidentemente afecta al desarrollo infantil, y que estigmatiza al niño, pero para
que no suceda, ¿Estamos haciendo algo?
Pediría todos responsables de los partidos políticos que
salieran de las cortes, senados, ministerios, ayuntamientos, y sedes, y bajaran
donde hay familias y niños que están entrando en ese círculo desesperante que
es la pobreza.
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