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Después de pasar los últimos días de campaña electoral en EEUU, si tuviera que resumir en dos palabras todo el proceso que engloba a las Elecciones en EEUU diría que voluntad y paciencia. Aquí el día de las votaciones es el último escalón de un proceso que dura dos años, dos años que para los partidos son de búsqueda de fondos y apoyos para los candidatos a las primarias, de primarias, de organización y otra vez búsqueda de fondos y apoyos para el candidato definitivo, de campaña. De la consecución de fondos depende las posibilidades del candidato y los apoyos de líderes es la mano que tienen los mismos partidos para decantar de un lado o de otro la voluntad de todo el que se acerca a votar a las primarias y muchas veces a las elecciones presidenciales.
Después de pasar los últimos días de campaña electoral en EEUU, si tuviera que resumir en dos palabras todo el proceso que engloba a las Elecciones en EEUU diría que voluntad y paciencia. Aquí el día de las votaciones es el último escalón de un proceso que dura dos años, dos años que para los partidos son de búsqueda de fondos y apoyos para los candidatos a las primarias, de primarias, de organización y otra vez búsqueda de fondos y apoyos para el candidato definitivo, de campaña. De la consecución de fondos depende las posibilidades del candidato y los apoyos de líderes es la mano que tienen los mismos partidos para decantar de un lado o de otro la voluntad de todo el que se acerca a votar a las primarias y muchas veces a las elecciones presidenciales.
Este es el largo proceso
que se encuentra el ciudadano americano cada dos años, y así es como llega al
día electoral más bien cansado, poco motivado, y algo perdido, porque en dos
años al candidato “opositor”, como le ha pasado en estas elecciones al
candidato republicano, le ha dado tiempo a decir muchas cosas, alguna de ellas
contradictorias entre sí, o a lo peor, a no decir nada concreto.
De los resultados y de Mitt
Romney poco hay que decir, había pocas dudas de que el candidato demócrata
ganaría las elecciones, estaba en el ADN de los dos candidatos el que uno,
Barack Obama, era el candidato de las mujeres y las minorías, y el otro Mitt
Romney, el del hombre blanco americano, si esto lo cuantificábamos: las mujeres
son la mitad justa de la población, y las minorías aquí ya empiezan a ser
mayorías, así que en números era casi imposible que Mitt Romney ganara.
A diferencia con el proceso
de hace 4 años, esta vez he visto poco entusiasmo por parte de la población, y
mucho malestar y preocupación por cosas concretas como el déficit, la
polarización ideológica en el Congreso, el Tea Party, temas como poco,
aburridos. El sueño Yes We Can, da la impresión de haberse esfumado con
la realidad del día a día de la política y la economía.
Frente a este desanimo
generalizado hay luces que dejan vislumbrar lo que realmente representa el
espíritu y orgullo que el estadounidense sienten por su país y su democracia.
El día electoral visité tres colegios electorales, en su interior vacíos de
representantes de los partidos “aquí no tienen nada que hacer, no es su business”
nos contestó asombrado por la pregunta un voluntario electoral del barrio de
Adams Morgan en DC, algo que no era del todo verdad ya que al llegar a un
colegio en Arlinton, VA, un swing state, abogados de ambos partidos
vigilaban atentamente el proceso dentro del colegio, porque aquí no existen los
interventores o apoderados, aquí directamente si se necesita, lo que tienen los
partidos son abogados . Estos voluntarios que son los que en España sería
miembros de mesa, son eso, voluntarios, se cogen un día de vacaciones en sus
trabajos, abren los colegios electorales a las seis de la mañana, tienen
muchísimo trabajo e incidencias debido a la forma de votación de este país, y
se arman de una voluntariosa sonrisa hasta que el día aguante.
Por la mañana había
acompañado a un lugareño a votar, a las 7:30 am, después de dos horas de cola
en un colegio del barrio de Georgetown, DC, con un frío increíble, una niña de
once años le decía a su madre que hacía frío y que se quería ir a casa, su
madre matando el frío con un café caliente de esos en vaso de cartón, paciente
con la cola y con su hija, y de la forma más natural, le contestó que si le
gustaba estudiar historia en el colegio tenía que entender que hacer esa cola y
votar era hacer historia, la niña asombrada miró a su madre y no volvió a pedir
irse a casa.
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