viernes, 1 de febrero de 2013

Una fecha para olvidar. Sobre la revolución pendiente en España

El día de ayer fue uno de esos días cuya fecha olvidaré pero no las sensaciones que tuve. Desde primera hora de la mañana estuve de desanimada, triste y con una gran sensación de desconfianza frente a lo que nos rodea, y supongo que como yo, muchas personas que día a día con ilusión intentamos mejorar la situación con nuestra mejor voluntad.

Conforme avanzaba el día y mientras crecía esa sensación, también he ido buscando las razones de por qué nuestra clase política ha llegado a este nivel de podredumbre que nos desanima a todos. Creo que durante la cena a la que asistí ayer, oyendo a gente joven, emprendedora, hablar de un montón de cosas que nada tienen que ver con la política, he dado con lo que para mí sería parte de las razones por las que hemos llegado a esta situación. En la España política todavía no se ha dado el salto cualitativo, que si ha dado el resto de la sociedad,  de valorar a las personas por su honestidad y mérito. Vivimos en una sociedad donde se sigue presuponiendo que presentar un papel firmado por el Ministro de Educación te valida para presentarte ante la gente y pedir su confianza, digamos que te hace decente. 

Durante la cena han contado que una persona, por el simple hecho de conseguir seguidores por twitter, pedirlo de forma honesta y en una buena plataforma, había conseguido en pocos minutos tener 5.000 seguidores. Cualquier político al uso diría que la clave para conseguirlo fue que en una radio de ámbito nacional se consigue eso, y más… pero ¿Cuántos políticos tienen plataformas maravillosas y no consiguen ni la mitad que esa persona desconocida? Muchos. ¿Por qué no lo consiguen? Porque les falta honestidad, porque pueden ser muy doctos, tener muchas carreras, ser número uno de sus promociones, pero no son capaces de transmitir a la sociedad que son de fiar; ya nadie se los cree.

Establecer el mérito ayudará mucho a que la honestidad y la palabra sean el corte que verdaderamente separe quien puede o no pasar a formar parte de la élite dirigente de nuestro país. Algo parecido a la “revolución de la meritocracia” que le escuché a  Toni Cantó en un mitin en el Cine ABC Park hace un año, tenía toda la razón. Mérito, capacidad, honestidad, ¿quién no querría esas cualidades en la persona en que se tiene que confiar? ¿Por qué no lo hacemos?... para ello hay que lanzar una nueva ley electoral donde las listas sean completamente abiertas y los candidatos tengan que enfrentarse cara a cara con el elector, también modificar la forma de  financiar las campañas electorales dándoles mucha más importancia que a las estructuras de los partidos. El poder judicial, la universidad, la administración se tienen que despolitizar lo antes posible… son muchas las cosas que hay que cambiar y lo preocupante es saber si quedará alguien dispuesto a remangarse la camisa y empezar esta revolución desde lo más básico de la política, como dijo Arquímedes «Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo».

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